Filosofia/PEDAGOGÍA DEL AMOR
"Es criminal el divorcio entre la
educación que se recibe en una época y la época.", José Martí
"NOSOTROS HEMOS DE SER EL CAMBIO QUE
DESEAMOS VER EN EL MUNDO", Gandhi
“La luna brilla por igual en el mar y en los
pequeños charcos, porque está suficientemente alta”, Fernando Pessoa
La Pedagogía del AMOR o ARTE de
los encuentros provechosos como decía José Martí, la siento y vivo como un
estilo de ser educativo, intima forma de honrar la sagrada unidad que somos,
estado de conciencia mayor que la subconciencia, talante, acto/actitud que todo
educador/educando contiene en sí, para sí, ante sí para encarnar.
Pedigrí que se
activa al hacer de cada experiencia convivida con y en toda circunstancia,
situación y forma de vida animal, vegetal, humana, FUENTE de nuevas y mayores
comprensiones, lecciones, elecciones, discernimientos.
Ser pedagogía del
amor significa gozar el cúmulo de experiencias que la hermosa vida nos acerca,
recibiéndolas y bautizándolas con la mirada y sentido elegido para crecer, más
que para sobrevivir.
Conscientes de que
por ello podremos quizá salir también heridos, más, es el único modo de
vivenciar la plenitud del GOZO completo e integral, sin desperdiciar nada,
porque al honrar todo lo que tocamos y nos toca, ello nos deja su
fruto-semilla.
Parir en forma
escrita este tema, merecía macerar la experiencia de estar encarcelada en lo
físico, en un Centro Penitenciario. De ello también elegí inspirarme para abrir
la libertad existente piel adentro; espacio bendito en el que Gracias al YO
SOY que me habita, nadie ni nada recibió de mí el poder ni el permiso
para poner barrotes, candados, aldabas, torturas, burlas, manipulaciones,
condicionamientos, etc. a mi expansión secretamente ejercida.
La LIBERTAD
recibida de mí Divina y Amada Presencia, inosurpable: la interior, trasciende
cualquier apariencia que pretenda afectarla.
La confusión
observada –en inicio- dio paso –luego- a los canales explicativos de lo
porvenir. Como presa fui cazada en el momento en que el cazador –mentalidad- lo
convino. Entonces, enmudecer me facilitó divise lo tramado; descubrirlo
encendió mi horror, indignación, impotencia, dolor y grito transitorios como
estados vividos desde el SER.
Asombrada asistí
al brote de la sagacidad que desconocía tener. Convertí el dolor en fuerza
activa-reflexiva. Estar en la cárcel hizo recupere mi nombre humano: Sandra
Correa-León, el que por seguridad debió pasar muchos años eterizado por
circunstancias, dolor, duelos, nombres distintos, anonimato.
La persecución
tiene su dinamia; nutrir el coraje de la virtud: la paciencia, para al margen
de nombres, no dejar de Ser mientras llegue el momento en el que un mínimo de
“garantías” permitan el retorno a un medio en el que el progresivo despertar de
la conciencia, fuera desintoxicando el smog psíquico inoculado para perseguir.
Entonces, el poder único que Yo Soy, asumió ser encarcelada en persona; el
momento, con más menos variantes y riesgos, había llegado; la clandestinidad,
exilio, cautiverio, posible a la manera humana claro está, finalizaba.
Mi poder, cáliz y
espada de espiritualidad activa, participativa y cotidiana en el ambiente de
una prisión, iría mostrando el poder de ir abriendo puertas vedadas para el
temor, no así para el amor…
Consciente que la
meta de la educación, según Mounier, no es hacer, sino despertar personas. Potencialicé
la convicción de que una persona se suscita por invocación, no se fabrica por
domesticación; y que la No Violencia, según Gandhi, no es justificación
para la cobardía, sino la suprema virtud del valiente dispuesto a ejercer el
temple más complejo, la paciencia sabia y amorosa en la espera.
La pedagogía del
amor, descubre que la educación es un fluir cerrado al intento de abrirlo desde
fuera, su cerradura esta dentro, en el corazón de cada estudiante-alumno-maestro
que cada uno es; notifica que precisamos atender y comprender que la llave que
conecta la Fuente de educación palpitante en todo corazón, es la afectividad;
constata que el amor educa integralmente; emprende la ventura de vivir siendo lo
que se ES con el ejemplo.
La situación
exigió compendie mi estado Crístico Interior, factotum de mi existencia; en la
infancia apreHendí a superar y trascender mi parte humana, aquella a la que le
duele la piel; en la adolescencia aprehendí a ver al Cristo en el otro; en la
juventud apreHendí a Ser Cristo para el otro, desperté a la síntesis de lo
humano-divino, material-espiritual que soy/somos, compartí la cruz que elegí
usar para diluir y concluir añejas concepciones desencadenantes de elecciones que
ya cumplieron su ciclo evolutivo para la humanidad, cuando opté ser posta de
Resurrección significada y dignificada en suscitar ideas que nos ascienden como
especie en Luz, al encuentro de mayor luminosidad.
Mientras me decían
a la cárcel se viene a encontrar a Dios, a Cristo, la Paz, la Misión. Mi impotencia
crecía porque sentía que Dios, Cristo, la Paz, la Misión con nombre o sin él,
desde siempre latían con fuerza dentro de mí, tanta que mi alma lloraba por la
pasividad del “así mismo es…”, decir con el que se justificaba, legitimaba ser
meramente mirón o mirona, testigos mudo/a de la violación diaria a la condición
de amor activo, inconciente al normalizar lo no Natural, referido por Jesús,
quien “jamás recurrió al castigo como medio para purificar los corazones. Jamás
se inclinó por el poder o por la política (J.J. Benítez. Caballo de Troya
7).
El torrente de
lágrimas sagradamente vertidas desde el fondo de mi Ser testimonio de vida,
sanidad, paz, amor, libertad, sosiego y luz existentes en mi corazón, confluyeron
para nacer al MERECIMIENTO DE AMOR de las más de seiscientas congéneres/as
–prisioneras restantes- recluidas en un Centro para doscientas. Hacinamiento
detonador de una complejidad de pasiones y densidades, entre otras la
violencia; a la vez, de comunión de iguales y distintas en un medio de difícil
convivencia, donde la PEDAGOGÍA DEL AMOR exigió reconozca
y acepte –tal cual es- a la parte mía presente en la otra interna, en el otro/a
guía penitenciario, personal administrativo y demás.
Amar tal cual son
y tal cual están, honrar con sus elecciones me permitió experimentar, que sólo
conociendo y aceptando sus valores, afectos y defectos, sus aptitudes y
carencias –juntas-, propendía a potenciar y desarrollar los primeros, y a
enmendar y modificar y evolucionar los segundos. Ambas, amorosamente y sin
juicio acogidas para ser discernidas y bautizadas con la nueva mirada.
“El bien como el mal,
ambos sagrados. Solo eres libre si amas tu propia oscuridad”
Emilio Fiel. Libro El SOL que mora en las tinieblas.
La aceptación así
integralmente decidida, constituyó el punto de partida de una convivencia
nutrida de disposición a parir en la cotidianidad sagrada, el arte de los
encuentros provechosos, como un proceso educativo entre internas de un mismo
Centro Penitenciario. Mi presencia ahí la invertí en parir verdad y
autenticidad, por lo que mis respuestas procuraron ser sinceras, directas,
solventes; aunque como estrategia de sobrevivencia –ante quienes debí-
apreHendí a integrar la actuación entendida como precaución, gracias al susurro
de un ser precioso: mi amiga Susana (psicóloga empoderada de sí para sí, en y a
través del todo).
Ser Pedagogía del
Amor en la cárcel, me dio la oportunidad de ejercer el NO JUICIO elector de
comprender sin prontuariar ni negar nada, sí de amar e integrar todo, porque al
hacerlo, en mí misma se daba el salto conciencial. Sí reconocía las necesidades
e intereses que ahí gravitaban, espacio en donde la hiperemotividad visible en
cambios bruscos de humor oscilante entre la pasividad y la agresividad, podía
ser atemperada con afectividad; gotita que “patentó” el tino atrayente de
acertividad o manera de expresar nuestra emocionalidad sin caotizar las
relaciones.
Convivir en la
cárcel, facilitó adiestre mi madurez emocional, cuando nutrida de paciencia y
amor, fórmula con la que todas las cosas salen mejor, me dí permiso para
entender las situaciones diarias en un Centro carcelario habitado por mujeres
sujetas a compartir absolutamente todo en comunidad: agua, baño, comedor,
ducha, celda, limpieza, gritos, peleas, modales, etc., donde no existe espacios
a solas, sin nadie o en silencio; donde el ruido y la intromisión es la
regla, canalizándolas con ternura, caricia al alma que
debilita el sofoco, la saturación o los nervios disparados cuando “emergencias”
(riñas, asesinatos, incendios, amotinamientos, sobredosis, intentos de
suicidio) se presentaban.
Con dulzura,
amabilidad, firmeza, sin expectativa de recompensas, gracias al amor
descubridor de sentido en elegir dar lo mejor de sí, el ambiente intoxicado
hallado al principio fue diluyéndose, sin demandar gratificaciones ni
agradecimientos, porque en la alegría de dar radica la gracia del recibir, así
fui avanzando en días y meses, permitiéndome constatar definitivamente que el
amor siembra, activa, nutre y cosecha empatía.
Impulsar la
pedagogía del amor en la cárcel, me comprometió a rehusar toda actitud
autoritaria o hiperintervencionista, disposición distinta a la que recibía,
tendencia que se jactaba de imponer su voluntad; caporalato engreído de emular
protección con la frase “es por tu bien”, “así mismo es…”, “eso en la
teoría la práctica es otra…”, usada para nulitar o adormecer las capacidades
innatas del reflejo del UNO en el otro, o del otro en el UNO; ignorando y
asfixiando de este modo la auténtica reflexión y desarrollo.
Ubicar desde la
pedagogía del amor, que tanto el autoritarismo como el súper proteccionismo,
aupados por la mentalidad o pensamiento patriarcal, generan debilidad,
adicción, dependencia, indefensión para potenciar la polaridad de la rebeldía
sin causa, energía que emboscada en el “sin salida” normalizado por el sistema,
es raíz del caos salvaguardado por este.
Fuente: http://www.actosdeamor.com/pedagogiaamor.htm
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